El sol se despierta y empieza a asomar por detrás de la montaña. Me desea un buen día colándose por mí ventana con su primer rayo de luz. Le abro para que entre y le dedico una sonrisa. Las flores me saludan con su perfume mezclado con el rocío aún posado en sus pétalos. Mariposas y pajaritos cantando revolotean juntos. Los conejos juegan al escondite entre la hierba mojada. Todo huele a paz y tranquilidad. Un día ideal. La madre naturaleza se acaba de despertar para nosotros.
Pasa el día, con sus cosas. Nos despedimos del sol hasta mañana mientras se pone y anochece. Los grillos grillan y las luciérnagas ya pasean por el jardín. El fresquito de la noche nos acaricia en las mejillas. Miramos al cielo y vemos brillar millones de estrellas en él. Una noche preciosa y especial. El hecho de que la Luna se encuentre en cuarto menguante facilita que hoy se pueda ver, lo que cada año en estas mismas fechas se repite, la lluvia de estrellas de Sant Llorenç. Las estrellas fugaces, que con suerte y paciencia, podremos ver mientras pedimos nuestros deseos en esta noche, son los fragmentos de polvo de no se qué cometa que al llegar a la atmósfera se encenderán.
Por la ventana que dejé abierta, durante todo el día, para que se colara el sol, no sabemos en qué momento, otros visitantes, sin haber sido invitados, también se colaron para saludarnos. Millones de moscas, del tamaño del dedo gordo del pie, nos han estado esperando para darnos las buenas noches. Una visita muy desagradable e inoportuna. Las hemos invitado a salir por dónde han entrado, pero ellas han insistido en quedarse, en contra de nuestra voluntad. Es la primera vez que asisto y soy cómplice de un asesinato en serie de moscas. Desde ahora la frase “no soy capaz de matar una mosca” ya no va conmigo. Lo que podría haber sido una noche maravillosa convertida en pesadilla de mosqueo.
Recuerdo un artículo, que leí en el País, titulado Asesinos e Insectos, escrito por Ramón Irigoyen, en el que explicaba que una mosca puede ser vital para el éxito de una investigación criminal. Parece que estoy en la misma fase biorrítmica en que se encontraba Dámaso Alonso cuando cometió el mismo horrible crimen y por eso ahora me siento tan triste. Pienso que igual necesitamos a un abogado, para saber cómo proceder, en el caso, de que la policía científica criminalística se entere y venga a interrogarnos, o que recibamos una citación judicial por denuncia del granjero propietario de las moscas, que deberian vivir en su charca de estiércol o en las colas de sus vacas, y avalado por alguna organización defensora de moscas. Supongo que siempre podríamos alegar que ha sido en defensa propia y por allanamiento de morada.
Me consuela saber que en una ocasión, el presidente de los Estados Unidos, Obama, durante una entrevista de TV cometió el mismo crimen en directo y se justificó diciendo que era lo que demostraba que no era perfecto. Nadie es perfecto, y por tanto me pregunto ¿Quién no ha matado a una mosca en su vida?
Así que, después de una plegaría por sus almas y otra para redimir mis sentimientos de culpabilidad, todo se ve diferente y me doy cuenta de lo que he aprendido: En esos días en los que el sol me quiera saludar, le dejaré entrar un ratito por la ventana, que luego cerraré por si las moscas.
Bonita foto para grandes momentos. Menos mosqueos eh????
ResponderEliminarMosqueo viene de mosca?
ResponderEliminarPor una mosca que maté...
ResponderEliminarMe gusta esta nueva versión. Felicidades
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